la Bienamada
Yo salí a la vida demasiado
pronto, con un ansía irresistible de jugar.
Sin mirar para atrás destruí
todos los puentes,
Me aleje de todas las
seguridades
Elegí muchas veces caminar al
borde del abismo,
Con tal de ver de cerca otros
universos, otras vidas.
Así era mi naturaleza, mi
carácter, mi manera.
Tuve el atrevimiento de poner
una hija en el mundo
Antes de saber nada de mí
Y lo hice con amor y a
conciencia, nadie me obligó,
Y aproveché cada alegría,
pedazos de felicidad
Como si me fuera la vida en
ello.
Elegí cada uno de mis errores
como quien elige su ropa en las mañanas,
Nunca saque cuentas, no hice
cálculos,
Y cuando me toco llorar y
sufrir lo hice a fondo.
No extrañé nunca mi casa, ni
a mis padres o a mis amigos:
Yo fui por ahí despertando a
cada paso nuevos amores, coleccionando afectos (que son tantos!)
Pero de tanto prodigarme fue
también preciso guardar algo de mí para mi sola:
La libertad tiene ese precio.
Un punto de soledad invencible,
Una manera de ir por la vida
con una pequeña reserva privada, un lugar al que no deje entrar a nadie ( a
pesar de las palabras de amor y las promesas).
Solo mis hijos fueron y son
amados por mi sin reservas,
Y por eso no soy una buena
madre: se los he mostrado todo de mi- la alegría y la miseria.
Jamás supe ni pretendí ser un
ejemplo.
Son la única tribu con los que hablo el mismo
idioma, hecho de gestos y no de palabras,
y sé que me padecen un poco, por intensa y
complicada.
No soy un puerto seguro,
sino un bote a la deriva,
con una gran inclinación a
los naufragios.
Y lo saben, lo ha sabido cada
uno de los cuatro desde que nacieron, por eso me cuidan
y me han cuidado.
Con los hombres se me dio muy bien ser La
Bienamada, al menos por un tiempo, era un juego (o una practica).
Y cuando terminó cada una de
esas historias, llore un poco, sufrí otro tantito, pero me veo a mi misma como
esos muñecos de hule con el fondo de arena,
que luego de un par de golpes vuelven a la
misma posición, con la sonrisa pintada en la cara.
Inalcanzable. Durante 55
años: inalcanzable.
Y ahora llegas vos y me encontraste
transformada,
Porque el hecho de que Flor
se haya muerto me puso en el infierno y en el infierno no había nadie, solo ese
dolor tan intenso, tan enorme, que me transformo para siempre:
Ya no quedó un lugar cerrado
y frio (frio como el hielo más hermoso: puro y solo) donde ir a refugiarme.
Quedé pulverizada, hecha mierda: conocí la magnitud de la tragedia de mi vida.
Cuando me desperté de ese
largo llanto, solo quedaban los ojitos de mis hijos, esperando al costado del
camino, mirándome expectantes, poniéndome la mano en la frente, rascándome la
espalda. Y me dije: ya no vas a jugar al amor. Ya no vas a jugar a nada,
La vida es una cosa
tremendamente seria, y no te queda otra que vivirla a solas.
Porque una de las primeras
cosas que supe cuando paso lo de mi Florcita, fue que nunca más me iba a
suceder algo tan grave (por que ya había sucedido) y que todas las defensas que
había en mi corazón se habían destruido para siempre.
Me dije: nunca más vas a
enamorarte, ni siquiera un poco. Vas a vagar toda tu vida, sin casa, sin
refugio, vas a hacer de la intemperie tu patria.
Y creí que estaba en paz con
todo eso.
Pero me enamore de vos (y ya
no voy a agregar “como una tonta”) porque creo que la gran lección es que todos damos vueltas por la vida, alejándonos si hace falta,
Para llegar un día a tu
verdadera casa,
que no es otra cosa que el amor sin reservas.
Comentarios
Publicar un comentario