Juego de manos- relato corto.


Juego de manos
 

Fue el verano que no salimos de vacaciones. Mi padre estaba sin trabajo y mi madre nos organizó a mi hermana y a mí una estadía en la granja de unos parientes.
Mamá nos describió el lugar como un oasis de aventuras, lleno de animales, de árboles frutales y dos simpáticos granjeros- los Muller-que estrían encantados de enseñarnos todos los trabajos de la granja. Mi hermana lloró un poco cuando mi madre nos puso en el tren. Yo también tenía ganas de llorar, pero con 13 años ya cumplidos me dio vergüenza.
El paraíso no quedaba muy lejos y en menos de tres horas estábamos en la estación de una ciudad pequeña. La señora Muller se dio cuenta enseguida que éramos los niños que esperaba, tal vez porque fuimos los únicos que bajamos del tren en esa parada.
Subimos los tres a un auto viejo y un poco sucio. La radio estaba muy fuerte, así que no hablamos en todo el camino.
Los Muller no parecían muy interesados en incorporarnos al trabajo de la granja, sino más bien en mantenernos al margen de sus muchas tareas.
Pronto descubrimos un terreno más allá de la casa, con altos pastizales y algunos árboles y, lo mejor de todo, descubrimos a Till y a Eliana. Till era más o menos de mi edad, pero mas alto y más corpulento y Eliana era un año más grande que mi hermana y también mucho mejor equipada. Eran hermanos y creo que estaban igual de contentos que nosotros de haber encontrado dos amigos para pasar el verano.
Una tarde de mucho calor estábamos echados sobre la hierba, que estaba relativamente fresca, cuando a Till se le ocurrió la idea de jugar a los cazadores. El juego en un principio me pareció una tontería, una cosa de niños pequeñitos, pero no dije nada ya que yo también estaba aburrido y no tenía ninguna idea mejor. “Nosotros somos los cazadores” dijo Till poniéndose de pie y tirándome del brazo para que yo también me levantara. “Ustedes- les dijo a las chicas- son las liebres”. No hizo falta explicar nada más, porque de  pronto todos parecíamos haber entendido de qué se trataba en realidad y las chicas salieron disparadas haciendo ruidos salvajes y riendo.
“Yo voy a perseguir a tu hermana y tu a la mía” me aclaró innecesariamente Till, y salimos tras las chicas que ya habían tomado direcciones diferentes.
Mientras corría atrás de Eliana pude ver de reojo como Till atrapaba casi de un zarpazo a mi hermana que cayó al piso riendo y sin ofrecer demasiada resistencia, me pareció a mi.
Eliana en cambio corría como una maldita liebre, en zig-zag y no parecía dispuesta a dejarse atrapar. Era una buena corredora, pero yo también.
Finalmente la alcancé y luego de un breve forcejeo la tuve atrapada, de espaldas contra la hierba y yo sentado arriba de su estomago, sujetándole los brazos a los costados de su cabeza. Ella dejó, de pronto, de reír y yo estaba tan cerca de su cara que pude ver las gotas de sudor que resbalaban lentamente por su cuello. Más allá escuché el cacareo idiota de mi hermana y luego un silencio que lo envolvió todo, como si hubieran puesto el mundo que me rodeaba bajo una campana de cristal y solo podía escuchar mi propia respiración.
Eliana ya no trataba de zafarse, sino que se había aflojado como una muñeca de trapo y me miraba fijamente a los ojos con la boca un poco entreabierta y las mejillas más rojas que nunca y yo supe que con solo acercarme otros dos milímetros podría besarla.
Es más: de pronto supe que eso era exactamente lo que ella estaba esperando, que era eso lo que Till y mi hermana estaban haciendo, y que era eso lo que todo el universo entero estaba esperando con la respiración contenida y ese rumor sordo en mis oídos.
Y no pude hacerlo.
Me hice a un lado y al mismo tiempo Eliana se levanto de un salto, me pateo un tobillo y se fue corriendo no sin antes gritarme roja de rabia “Cagón”.
Entonces me senté sobre la hierba aplastada de mi primera derrota y me sentí extrañamente aliviado.


b.g (México 2018)
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