Los Tres Chiflados (pequeño ensayo sobre la depresión y sus trucos))




La mente, el cuerpo y el alma son una trinidad condenada a vivir junta.Tienen sus tretas para procurarse bienestar, una „zona de confort“ como le dicen ahora, de las formas más retorcidas.

Un ejemplo es la manía del Orden y la Limpieza: dos virtudes menores, pero de muy buena fama.
Hay personas que siempre y en todo momento mantienen su microcosmos en perfecto orden e inmaculada limpieza. Muy a menudo es gente poco alegre, pero ese continuo esfuerzo por tener todo bajo control, pareciera ser la fuera vital que los anima. Son los maniáticos.
Otras personas, tal vez con una vena más creativa, oscilan entre el caos y el orden pero el propósito es el mismo: procurarse una dosis de bienestar. Somos los depresivos funcionales
Creo que esta categoría de gente funciona así (y me voy a extender en esta parte, porque soy socia de ese club): 
Tenemos un enunciado en nuestra pizarra mental que dice „El orden y la limpieza me producen satisfacción“, entonces cuando el mundo exterior empieza a darnos de patadas y las cosas no están saliendo como uno quiere,
estos frickis solapados del control que somos, empezamos a preparar nuestro escenario.
Somos los famosos deprimidos funcionales camuflados, los que dejamos que el mundo que nos rodea se venga a abajo, en forma de platos sucios, ropa tirada, sabotajes de todo tipo.
El desorden se adueña del alma, el cuerpo y la mente, los tres chiflados en acción. 
Del fondo de ese abandono tan bien escenificado surge siempre- y ese es el Credo del deprimido funcional- una gran energía.
 Igual que en  los dibujitos animados la persona- en cámara rápida- ordena, limpia, hace ejercicio, empieza una dieta, vacía armarios y los vuelve a acomodar, lustra todos sus zapatos, pinta paredes, cambia los muebles de lugar...no importan los rituales, pero el caso es que de golpe y una vez más, soy la dueña de un mundo domesticado. Ha imperado el orden, que no es otra cosa que una ilusión mental de control.
Y vuelve la esperanza. Pero, a menos de ser  completamente estúpido, es imposible creer por demasiado tiempo en esa ilusión creada. No es que no „funcione“ por que sí funciona: el programa de propiciar el caos y el esfuerzo de salir de él, a mi no me jodan, produce un buen shot de adrenalina y de la hormona de la felicidad, que no me acuerdo como se llama.
Solo que el proceso demanda demasiada energía.
Es como una maquinaria que gasta los recursos hasta los huesos, con el alma tan dada a repartir culpas, el cuerpo tan sufrido y el espíritu tan delirante: los tres chiflados en acción. El trio loco cavando un pozo bien profundo, resoplando por el esfuerzo de cavarlo y resoplando aún más para salir de él. Casi como una rutina del viejo comunismo: trabajo comunitario sin sentido, solo para mantener al pueblo con una ilusión de sacrificio/satisfacción, de algún tipo de deber cumplido.
Sospecho que atrás de esta maquinaria (que tiende a la repetición) hay otros tres personajes arengando al Trio, a nuestros tres Chiflados, que a estas alturas me imagino en posición de firme y vestidos de color caqui.
Son el Ego, el Miedo y la Imaginación.
El Ego es como un dictador de bigotito que nos dice: „Eres magnifico, el más grande, el único, no te rebajes al mundo y sus reclamos, no te dejes criticar, no te expongas al rechazo“ y el Miedo toma el micrófono, poderoso como un especie de ministro de propaganda con cara de ratón huidizo y nos susurra: „No lo lograrás, nadie te quiere, nadie te entiende, no te muevas, te vas a caer“ .Y entonces hace su entrada la Imaginación, cual artista de vodevil, envuelta en boas de plumas y dando pasitos de baile por los salones desolados de la mente, canta su canción de sirena boba: „¿Y si hicieras esto o lo otro?¿si ganarás dos millones y escribieras un best-seller y te dieran el Oscar? „ y teje, cual Penélope desquiciada, una red de sueños y proyectos imposibles, una verdadera orgía de ideas geniales que como en un juego de niños, compra, vende, pierde y gana, todo sin moverse de las cuatro paredes redondas que me imagino tiene el cerebro, esa rueda de hámster. Papelitos de colores, dinero de monopoli: sueños de la vigilia que son los grandes compensadores de la pérdida que supone vivir.
Pero algunos sabios descubrieron el secreto, el truco de la anhelada armonía, que- intuyo- no es otra cosa que recorrer pacientemente el laberinto de la mente, haciendo un esfuerzo por comprender; cuidando del cuerpo y alimentando el espíritu con cualquiera de los idiomas del arte - ese gran curandero.
Esos sabios (club al que aun NO pertenezco) han encontrado la manera  de hacer los pequeños actos cotidianos necesarios en el momento justo y logran que la convivencia de los Tres Chiflados suceda en paz, ni más, ni menos.

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