Odio el Enter


Odio el Enter
Si eres una cincuentona algo neurótica- y les aseguro que algo que sí trae la edad es su cuota de neurosis- hay que aprender a pensar dos veces antes de apretar el "enter", la maldita flecha del lado derecho del teclado, que es como tirarse al mas allá, sin paracaídas.
Antes, cuando aún ni sospechábamos todo esto del Internet, una escribía cartas, las escribía, las releía, las corregía o las tiraba: en verdad raras veces terminaban en el correo. Y era una suerte, porque así unos cuantos se ahorraron de leer la cantidad de chorradas que uno puede escribir en un mal estado de ánimo.
Por que las palabras quedan, incluso en esta era cibernética, donde hay tanto uso y abuso de palabras, de "estados", de pensamientos feisbuceros , opiniones twiteras y otras redes sociales.  Las palabras, ellas siempre tan nobles, quedan y no hay manera de rescatarlas , una vez que se aprieta el Enviar.
Y así me he encontrado mas de una vez escribiendo poemas que nadie quiere leer,  e-mails llenos de rencor o agudezas, párrafos desubicados y trasnochados, para luego querer morderme el rabo por apurada.
Y es que todo esto de estar tan permanentemente comunicados nos ha robado el pudor de nuestros pensamientos propios, ya nos creemos que a todo mundo le interesa "en que estas pensando?" , la música que escuchamos, las pelis que nos gustaron, lo que hicimos ayer o lo que vamos a hacer en cuanto dejemos de escribir gansadas.
Y no. La vida no se ha vuelto mas interesante por el solo hecho de que sea tan fácil contarla. Y hasta diría que para muchos se ha vuelto predecible y repetitiva, porque ahora no hace falta leerse un libro: con la reseña que alguno cuelga en la red, ya nos parece que alcanza, ni ir hasta el cine o alquilarse la película que queremos ver, porque seguro que alguien ya te dio su opinión y cada vez más nos conformamos con pensamientos de segunda o tercera mano. Cadenas y más cadenas de apoyar esto o aquello, sin leer casi nunca todo el contenido, solo el arranque.
Y la propia opinión, acorralada entre tantas opiniones se va volviendo cada vez más insegura.
la Red nos tiene atrapados. Si colgamos algo y nadie hace un comentario nos sentimos un poco heridos, pero seguimos tratando,
y ponemos un par de "me gusta" con la idea secreta  de que también le gustemos a alguien.
Yo, ahora he pintado de rojo la famosa teclita de enviar. De rojo, para pensármelo dos veces antes de apretarla. Y no quieran saber la cantidad de tonterías que les ahorro con este sencillo acto de reflexión.
Ahora estoy por subir este articulillo....y si, ¡lo hago!, a ver qué pasa.
Hasta la próxima.



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