Extranjera para siempre
Extranjera para siempre
Cuando la gente me pregunta "si extraño a mi país", inevitablemente me siento un poco traidora porque la verdad es que no.
Claro que ahí tengo a mi familia, una larga historia, es donde nací, e incluso hago grandes esfuerzo para ir, al menos, una vez al año de visita. Y, como dice mi famosa hermana, ejerzo a rajatabla el derecho de los exiliados: el de disfrutar y de alabar todas las cosas de mi país propio como si fuera una agencia de propaganda ad honorem, sorprendiendo y tal vez irritando un poco a mis compatriotas tan dados a la critica permanente.
Pero hacen más de 20 años que vivo fuera de ese país que ya no extraño, y la verdad es que me gusta mucho ser extranjera, y me tendrán que perdonar los miles de millones de desplazados, que no son extranjeros por elección. No me olvido que muchos no tienen otra opción, y en cambio yo soy una privilegiada de la nueva tribu nómade que se desplaza por el planeta.
Yo sé que es más común escuchar decir (y sobre todo a los viajeros compulsivos) que "no hay nada mas lindo que sentirse parte de un lugar", en cambio a mi (que detesto viajar, a menos que sea imprescindible) me encanta vivir en ciudades que no son la mía por derecho, y sentirme una verdadera extranjera.
Un extranjero es alguien que mira cada día su ciudad de elección con sorprendidos ojos de turista, que a pesar de tener rutinas y trabajos y recorridos, mantiene una mirada como de testigo, no de protagonista.
Un buen extranjero, y así me considero, es alguien que cada día renueva su prueba de amor con la ciudad elegida, que aprende a cómo de lugar su idioma, intenta comprender sus costumbres, o al menos no criticarlas.
Es como decir "no estamos casados con papeles, pero te amo tanto que aquí me quedo, hasta próximo aviso".
Además, el ser extranjero nos permite ser excéntricos a gusto, no seguir la moda, no pertenecer a ningún grupo del todo y acceder a todo tipo de círculos (incluso a los mas cuadrados) y mantener una posición neutral y simpática, o al menos todo lo curiosa que uno tenga ganas.
Cuando vivía en mi propio país, tenía siempre la sensación de desentonar, de no encajar ni con estos ni con aquellos.
Lo que en mi país me convertía en una inadaptada, en el extranjero es sencillamente parte del atractivo de "ser de otro lado" y no importa si de donde vengo la gente no tiene la mejor fama del mundo: también se puede ser la excepción dentro de lo excepcional, y esto ya es el colmo de la dicha para alguien tan egocéntrico como yo.
Pero para apreciar el gusto de ser extranjero, es necesario afincarse en algún lugar, al menos tres,cuatro años, más si es posible.
Porque el extranjero no es un turista, que compulsivamente va de un lado a otro haciendo un especie de "zapping viajero" que a mi,en lo particular, solo me deja con la sensación de no haber comprendido en absoluto la película.
En cambio, el extranjero cabal, extrae su bienestar de haber encontrado una manera de vivir (en otro lado) que le permite ser a gusto el Rarito del Salón, sin tener que dar demasiadas explicaciones.
bg
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